martes, 20 de octubre de 2015

El marciano (película)

Fecha estelar: -307197.3
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Aviso a navegantes: en esta reseña sobre la película The Martian se hacen spoilers sin piedad tanto de la película como del libro en que se basa. El que avisa, no es traidor.


Toda la maquinaria de hacer dinero se puso en marcha allá por el año 2011. Por entonces, Andy Weir, un informático programador de 39 años, auto-publica en su sitio web su primera novela sobre un astronauta de la NASA que se ve abandonado en Marte (una reseña sobre la novela aquí). Weir también publica la novela en Amazon por 99 centavos y pronto una editorial se hizo con los derechos de la novela para su reedición. Desde entonces, en menos de 4 años y con la novela convertida en un éxito dentro del género de la ciencia ficción dura, se ha realizado y estrenado una película que en la primera semana de exhibición ha triplicado el dinero invertido en ella. Un blockbuster en estado puro.

Si se ha leído la novela de Weir es imposible escribir una reseña de la película sin acordarse en todo momento de la misma, y este es mi caso. Desde luego una de las carencias de la novela, el poco desarrollo narrativo de los personajes y de los grandes escenarios, es el motivo principal de que ésta parezca más bien un guion cinematográfico, motivo por el cual la película sigue a pies juntillas todo lo que acontece en la novela. El seguidismo tan claro de la novela hace que el lector de la misma vea que los acontecimientos se van sucediendo en la película sin emoción alguna. Es seguro que un no lector habrá disfrutado mucho más el film. Pero bueno, respecto de la novela, hay algunas omisiones y algunos cambios,... a peor. Aquí las reclamaciones habrá que hacérselas a Drew Gooddar, guionista que viendo lo que ha hecho aquí y lo que ha hecho en el pasado, no es que sea nada del otro jueves dentro del gremio. 

Pero bueno, al menos en la dirección está Ridley Scott, un director que visualmente no defrauda en sus películas. Lo que ocurre es que hace 33 años que Ridley Scott no rueda una obra maestra. Desde Blade Runner (y anteriormente Alien y Los duelistas) Ridley Scott ha rodado alguna que otra película destacable y muchas del montón (y que conste aquí que a mí me gusta Prometheus). Lo que no se puede negar es que a pesar de tanto bluff rodado por Scott, sus películas son visualmente impecables. Ahora bien, en The Martian el talento de Ridley Scott tarda mucho en aparecer, tanto como que transcurren más de tres cuartos de película y todo parece rutinario, muy rutinario. Nada destaca hasta que afrontamos el rescate orbital del astronáufrago. A pesar de los dos cambios importantes respecto de la novela en la última parte de la película, es aquí donde están las mejores escenas de todo el film.

Nota mental nº 1: ¿Alguien se acuerda de Misión a Marte (2000) de Brian de Palma? ¿No parece que Brian de Palma ya rodó la escena del rescate orbital, aunque con resultados peores para Tim Robbins? Esto de atarse a una cuerda y colgarse sobre Marte, ciertamente, ya se había visto.


 
Centrándonos ya en el contenido argumental de la película, comparando con la novela que es lo que particularmente más me interesa, es destacable que aquí se prescinda de tanta cháchara científica y técnica. En la película alguna explicación científica a las acciones del astronauta Mark Watney se hace, pero, comparada con la novela, las explicaciones son muy pocas. La novela puede ser el paraíso de lectura para un ingeniero, y es su gran fallo pues, aunque al principio engancha (al menos a mí, que he tenido una formación en ciencias), tanta explicación durante toda la novela la hace finalmente muy pesada. Y la película habría sido igual si no se hubieran cortado estos aspectos. Ahora bien,... ¡tanto se ha cortado que se han pasado al otro extremo! En la película Mark Watney hace y deshace y casi no tiene contratiempos, como si estuviera vestido de astronauta en el patio de su casa. Que hay que ir en busca de la Pathfinder, pues se monta en el rover y se va; que hay que hacer agua, pues a quemar hidracina; que vuela la esclusa del Hab, un poco de plástico, cinta aislante y “arreglao”; que hay que recorrer 3000 km en un vehículo con autonomía para 30 km, pues si hay que ir se va. De las muchas explicaciones en la novela se pasa a las muy pocas en la película, incluyendo varias situaciones que directamente se han eliminado en aras, supongo, de no alargar mucho el film (por ejemplo, la avería por accidente de la Pathfinder, la nueva pérdida de comunicación con la Tierra y la necesidad de dejar mensajes con piedras para su fotografía desde el satélite).

Nota mental nº 2: Recuerdo las fotos que la Mars Pathfinder realizó del paisaje que veía en su sitio de aterrizaje en Marte. Un pedregal con peñones del tamaño de un televisor de tubo y solo dos pequeñas colinas en el horizonte, Twin Picks. ¿Tanto trabajo habría costado recrear el escenario real que tantos millones de dólares costó contemplar? Pues no, la colocan en medio de un arenal rodeado de montañas de piedra. Ergo, rigor de escenarios marcianos: nulo. Por mucho que se diga que Marte está muy bien recreado en la película a través de los paisajes de Jordania. Ese paisaje ya se utilizó en Lawrence de Arabia y quedó infinitamente mejor.
Por cierto, sobre Marte, como en la novela, prácticamente nada. Me remito a lo que ya dije sobre este asunto en la reseña de la novela.





Otra de las carencias de la novela, importante carencia, es la existencia de descripción de los personajes, principales y secundarios. Los personajes hablan entre sí de la manera más impersonal posible, no sabemos nada de ellos y, lo más importante, de Mark Watney nada. Este hombre, aparte de chistes, quejas sobre la música, los seriales setenteros y de explicaciones técnicas, no reflexiona sobre nada de nada. En esto esperaba que la película mejorara, sobre todo por el gran plantel de actores que tiene. Pero no. Matt Damon se salva porque hace un buen papel aunque sea exactamente igual de insulso que en la novela. El resto, ni fu ni fa.

Nota mental nº 3: En la escena en la que se reúnen bajo el nombre clave de “Elrond”, en honor al “Concilio de Elrond” de El Señor de los Anillos, el director de la NASA, Jeff Daniels, llega a decir que en la reunión él quiere ser Glorfindel. Estando Sean Bean en la escena ¿qué trabajo habría costado, un guiño al frikerio, escribirle una línea de diálogo en la que él diga que quiere ser Aragorn? (por no decir la evidente). Por cierto, ¡ya quisiera el director de la NASA tener la valentía de Glorfindel!


Me quiero dejar algo bueno para el final, así que vamos ya acabando con lo peor de lo peor de este guion: dos cosas. En primer lugar, la comandante de la nave, una sorprendentemente inexpresiva Jessica Chastain, se debe mantener en su puesto que es mandar y dirigir. Así ocurre en la novela, pero, sorpresivamente aquí arremete cual capitán Kirk para, personalmente, arriesgar la vida y atrapar al astronáufrago. Una sobrada sinsentido en un ámbito que se supone serio. Pero lo peor es el momento Iron Man. Ciertamente en la novela se plantea la posibilidad, pero se descarta rápidamente por descabellada e imposible. Pues no, ¡es posible!, según vemos en la película. Se supone que se sacrifica la credibilidad de la acción en aras de la épica, pero lo que a mí me queda es lo inverosímil de todo esto.

Pero no quisiera finalizar esta reseña sin mencionar algo bueno, lo mejor, de la película. Aparte de los últimos veinte minutos del rescate en órbita y pese a las dos sobradas que contiene, lo mejor del film está en la inclusión casi completa del Starman de David Bowie, una de esas canciones que llevo asociadas a mi existencia y que con las escenas con las que se conjuga en esta película, es imposible que no levante el ánimo, que es lo que pretende en la historia que se cuenta. ¡Bravo por Bowie que con su canción es capaz de conseguir que algo bueno se recuerde de esta película!



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Recuerda, amigo lector, que esta reseña está basada única y exclusivamente en mi opinión y gusto personal que puede, o no, coincidir con la del resto de los mortales.




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