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La primera adaptación cinematográfica de la novela de Tolkien data de 1978 y es conocida como El Señor de los Anillos de Ralph Bakshi. Es una película de animación muy fallida que adapta, aproximadamente y con licencias, la mitad de la novela (hasta el Abismo de Helm). Si Peter Jackson hubiera realizado en su trilogía los mismos cambios respecto del libro que hace esta película imagino que ahora mismo su cabeza estaría hincada en una pica.
Por lo visto estaba previsto rodar una segunda película con la continuación de la historia pero el fracaso (de crítica, que no financiero) fue tal que nunca llegó a realizarse. La animación en la película es una mezcla de animación tradicional (bastante simple, muy setentera) y rotoscópica, es decir las escenas se filman con personajes reales sobre un fondo neutro para luego calcarlas al celuloide como animación. Vista hoy día la película resulta mala pero curiosa. Lo que sí que tiene calidad son los posters anunciadores (que se pueden ver al final de esta entrada). Desde luego estos posters tan bien dibujados engañan al incauto respecto de lo que luego realmente va a encontrarse.
Una curiosidad sobre esta película es que las escenas de la batalla en el Abismo de Helm fueron rodadas con personajes reales en el castillo de Belmonte, situado en Cuenca. Posteriormente tanto las personas como las murallas del castillo fueron pasadas a animación con el uso del rotoscopio. Por tanto, es lógico suponer, que muchos de los Uruk-Hai que aparecen en pantalla son extras españoles.
Ahora unos fotogramas de la película donde se pueden reconocer las murallas del castillo. En primer lugar un par de dibujos del Abismo de Helm tal como se muestra en varios fotogramas de la película.
Ahora el castillo de Belmonte en varios fotogramas de la película. Estas primeras imágenes han sido tomadas desde el mismo lugar que la fotografía del castillo mostrada anteriormente.
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¡Me he quedado flipando con este post! No tenía ni idea!!! Y mira que a mi de pequeña me flipaba esa película, la habré visto 50 veces. ¡Si lo hubiese sabido cuando visité el castillo de Belmonte lo habría flipado el doble!
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