domingo, 20 de noviembre de 2016

Time after time (1979)

Fecha estelar: -306112.3
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Algunos spoilers en esta entrada...., de una película que tiene 37 años.


Time after time (1979)
Dir. Nicholas Meyer



Es un riesgo revisitar, muchos años después, algunas películas que forman parte de un particular olimpo cuyos cimientos se construyeron cuando, para ver cine, imperaba el videoclub del barrio y las películas en VHS a doscientas pesetas el fin de semana. Aparte de los títulos que siempre están en boca de todos, que son frecuentemente revisitados, remasterizados y/o “rebooteados”, más bien diría ultrajados en su mayor parte, hay muchas películas de aquellos años ochenta que están más olvidadas pero que a veces se recuerdan como muy buenas e interesantes. Sobre todo, en mi caso, las de ciencia ficción. El caso es que, ante la tesitura de volver a verlas, hay mucho miedo de encontrarte con aquello de “la película ha envejecido muy mal”, o un “no puedo creer que me gustara tanto esta película si es más mala que un dolor”,…., y pese a todo, defender el producto a capa y espada en base a que hay que tratarlo con los ojos de un chaval de entonces y/o circunscribir la película a la época en que se rodó. Es evidente que entre los dos extremos, películas que aguantan perfectamente el paso del tiempo de lo buenísimas que son, a las que hay que ver con los ojos y la edad de la época porque vistas ahora son malísmas, hay un gran espacio en el que cabe de todo.

Y toda esta introducción porque tenía mucho miedo de que Time after time, aquí titulada Los pasajeros del tiempo, perteneciera a ese grupo de películas de las que es mejor no volver a ver, es mejor tener un buen recuerdo de ellas en la memoria. Pues no, pues resulta que finalmente sale bastante airosa aunque a buena parte de la película hay que buscarle algún aliciente, algo conocido muy a posteriori, para que pueda ser tragado sin que deje herida.
Nicholas Meyer
Time after time fue el primer largometraje de Nicholas Meyer, un director que cualquier trekkie que se precie debe tener en un altar pues ha rodado por dos veces (las mejores) con la tripulación del capitán Kirk. Desde luego las tres primeras películas de este director (Time after time, Star Trek II: La ira de Khan -1982- y El día después -1983-) pasan por ser sus trabajos mejor valorados, con razón.
La idea que da lugar a la película no puede ser más interesante: considera que H. G. Wells construyó en realidad una máquina del tiempo que es utilizada por Jack el Destripador para viajar al año 1979 donde puede continuar con sus asesinatos con mayor impunidad.

Pese a lo “fantástico” de la idea, todo lo referente al momento histórico puede resultar plausible ya que la película empieza en 1893, cinco años después del último asesinato de Jack el destripador, que ha decidido volver a sus andanzas. Se asigna la identidad a un ficticio Dr. John Leslie Stevenson (David Warner) que es un buen amigo de H. G. Wells  quien, evidentemente, desconoce su identidad real (una entrada sobre las películas que han tenido como asesino a Jack el destripador aquí). Y, efectivamente, en 1893 H. G. Wells ya estaba trabajando en su novela La máquina del tiempo que publicó finalmente en 1895. También están bien trabajados los diálogos en esta parte de la película, no se trata de conversaciones de relleno ya que verdaderamente H. G. Wells era un firme defensor del socialismo y de su instauración pacífica en Gran Bretaña, perteneció a la Sociedad Fabiana, así como de la liberación de la mujer.

Después de la presentación de todo, el grueso de la película se traslada al San Francisco de 1979. La explicación del por qué la máquina del tiempo se traslada de lugar, desde Londres a San Francisco, es de lo más sibilino y hay que tragarlo. Supongo que la realidad fuese que rodar en San Francisco resultaba más barato que rodar en Londres. Por cierto, el diseño de la máquina del tiempo es deplorable, si bien el panel de tiempos es una proto-versión del que aparecerá en Regreso al futuro (1985). Aquí gana, por goleada, la máquina del tiempo que aparece en El tiempo en sus manos (1960) de George Pal. El intento por tener una identidad propia y no copiar una película mítica (ésta sí que ha envejecido bien) les hace diseñar una máquina que parece un helicóptero anfibio preparado como regalo para el capitán Nemo. También, ese intento de no copiar la película de Pal, les obliga a que el viaje en el tiempo sea una especie de trasunto del lisérgico viaje del astronauta Bauman en 2001: una odisea espacial.

Ese panel me suena

¿Alguien reconoce al niño que señala en el museo?
El futuro Goonie, Corey Feldman
Pues bueno, ya estamos en el San Francisco de 1979. Jack el destripador está suelto por sus calles y H. G. Wells también viaja a este lugar con el noble propósito de devolverlo a su época, a la justicia.  No me dirán que la idea no es de lo más brillante. Aquí es cuando la película, que prácticamente ha empezado, alcanza el punto más alto de interés a la vez que da un giro radical, inherente al cambio de época, para pasar a ser un viaje al futuro, para jugar con el protagonista al enfrentarlo a las modernidades del San Francisco de 1979. Y esto en sí es un acierto porque el interés no decae. Sin embargo se omite cómo ha sido el “aterrizaje” de Jack el destripador en esta época, que es un apartado por el que la película cojea un poco.


En este viaje hacia el futuro Nicholas Meyer puso en práctica algunas situaciones que luego repitió cuando hizo el guion (otro agradecimiento trekkie) de la cuarta entrega de Star Trek e hizo que la tripulación del Enterprise viajara al pasado, desde el siglo XXIII hasta el San Francisco de 1986 (Star Trek IV. Misión: salvar la Tierra -1986-). Da la sensación, es decir, que no sé si es cierto, que algunas escenas urbanas parecen grabadas con la cámara oculta dada la reacción que tienen los viandantes. Y el hecho de que los escenarios sean reales da un aliciente adicional hoy día por la parte de “documento sociológico” que tiene, con anuncios de Camel colgando como cuadros en los taxis, con coca colas a 37 centavos y una big-mac a 95 centavos de dólar. Hay una gran diferencia cuando hay escenarios y figurantes de por medio. De hecho, hay una escena en las urgencias de un hospital donde inexplicablemente todo el mundo está sangrando obstensiblemente que es, si te fijas en la actuación de los figurantes, muy delirante. Vamos, tal como ocurre con algún figurante en la playa de Tiburón (1975) de Steven Spielberg, que si empiezas a fijarte en él te saca de la película, de la tensión narrativa.

¡qué precios!

Y entre tanto, alguna buena broma como una marquesina anunciando el estreno de El Exorcista IV, broma que, por otra parte, también se utilizó con el Tiburón-19 en la segunda parte de Regreso al futuro. Las referencias, conexiones u homenajes que uno puede encontrar, o que uno quiere ver, desde la saga de Regreso al futuro hacia esta película no son pocas: nada más llegar Wells a San Fransicso y se ve envuelto entre un grupo de hare krishna, igual que Martin Mc Fly en la segunda de Regreso al futuro después del susto del Tiburón-19. Los hare krishna en los viajes al futuro siempre dan mucho juego, que también se les puede ver, por ejemplo, en las calles de Los Ángeles, en el futuro distópico presentado en Blade Runner. Y no puedo entender el motivo de los hare krishna estos.


 
Pero sigamos. Entonces, H. G. Wells (de lo mejorcito que ha hecho Malcolm McDowell como actor) entra en un banco y conoce a Amy (Mary Steenburgen, muy jovencita). La película se viene abajo por momentos. Toda la parte del romance es muy naif y quita mucho ritmo a la película. Es lo que realmente sobra aquí pues el interés está en la persecución. Así, la película se estanca hasta que decide volver a arrancar pero ya de una forma poco interesante por lo predecible. Si hubiera seguido por el camino de la ciencia ficción, la persecución a otras épocas por ejemplo, habría resultado mucho mejor. Pero se decide cerrar el círculo de la vida real de Wells y contar una versión fantástica de cómo en esta persecución del asesino cirujano, el escritor Wells conoció a la que fuera su segunda esposa, Amy Catherine Robbins. Pero bueno, a pesar de todo lo aburrido, estas escenas adquieren otra perspectiva cuando conoces que en el rodaje de esta película Mary Steenburgen y Malcolm McDowell empezaron una relación real que les llevó al matrimonio un año después, en 1980. Y lo cierto es que las miradas y los arrumacos que se dan, como que parece que tienen poca parte actoral.


Conclusión: Time after time es aún hoy día una buena e interesante película, con sus pegas, pero que resulta de lo más entretenida. No ha envejecido nada mal.



Y para finalizar, otra conexión con Regreso al futuro, esta vez la tercera película. Mary Steenburgen puede mostrar el orgullo de ser la actriz que se ha montado en dos máquinas del tiempo y tener dos aventuras temporales, una como Amy junto a H. G. Wells en su máquina del tiempo y otra como Clara Clyton junto a “Doc” Emmett L. Brown en una locomotora-máquina del tiempo que, además, vuela.


Trailer:


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Recuerda, amigo lector, que esta reseña está basada única y exclusivamente en mi opinión y gusto personal que puede, o no, coincidir con la del resto de los mortales.

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